«Mi padre tenía una fábrica de paraguas, pero en casa se leía mucho. Disponíamos de una pequeña biblioteca y compartíamos inquietudes lectoras. Mi padre, incluso, empezó a escribir un dietario pero al final lo dejó y mi madre no se iba a dormir sin leer un rato. Mis hermanos y yo mantuvimos esos hábitos: siempre pedíamos libros para Reyes o por nuestro cumpleaños».
Ana María Matute, Premio Cervantes 2010.
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