Se acaba de estrenar en España la última película de la realizadora neozelandesa Jane Campion, Bright Star. Esta notable pieza cinematográfica, que derrocha belleza y romanticismo (entendido como corriente literaria y no con el significado vulgar que posee en la actualidad), relata los tres últimos años de la vida del gran poeta inglés John Keats (1795-1821), años marcados por la relación amorosa que mantuvo con una joven llamada Fanny Brawne. John Keats conoció a Fanny en 1818, en la casa de su amigo Charles Brown, con el que vivía. Enseguida congeniaron y ambos se enamoraron perdidamente. En aquella época, Keats luchaba por hacerse un hueco como poeta y no contaba con medios económicos: casi vivía de la caridad de sus amigos. Para los dos jóvenes, esto representaba un contratiempo, dado que no podían casarse hasta que la situación económica de Keats mejorase. Vivían pared con pared, porque la familia de Fanny había alquilado una de las alas de la casa en la que residían Keats y su amigo Brown. De frágil salud y acosado por las deudas, el joven cayó enfermo. Siguiendo el consejo de los médicos, que le recomendaron alejarse del frío londinense, y convencido por sus amigos (entre ellos, Shelley, que le esperaba en Roma), decidió pasar el invierno de 182o en Italia. Antes de marcharse, se prometió en secreto con Fanny, pero nunca pudieron casarse. El 23 de febrero de 1821, a la edad de 25 años, John Keats murió en Roma. Fue enterrado allí, y en su tumba se puede leer el epitafio que él mismo eligió: «Here lies One Whose Name was writ in Water». Las cartas que se intercambiaron Keats y Fanny son bellísimas, y cuando se publicaron, a la muerte de Fanny, escandalizaron a la sociedad victoriana. Aunque en vida John Keats dudó de su talento para la poesía, el tiempo se encargó de demostrar que fue uno de los poetas más brillantes del Romanticismo inglés y uno de los autores imprescindibles de la literatura universal.
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